Telecinco ha vuelto a armarla con un reality y se enfrenta una vez más a la sangría de anunciantes. En esta ocasión le ha tocado el turno a Campamento de verano, una versión para ¿exploradores? ¿gente-scout? ¿militares recluidos en un campo de prisioneros (que ya es triste escuchar el tema de La gran evasión de Bernstein en un programa como ése)? ¿o la habitual colección de personas y personajes que no tienen inconveniente en vender un poco de su intimidad a cambio de un plato de lentejas? Probablemente lo segundo. En esta ocasión, la novedad pasaba por incluir en el invento a una persona que –teóricamente- es más conocida por cuestiones culturales que por merodear en la selva de los medios “rosa”: Lucia Extebarría. La escritora, por lo visto, necesitaba liquidez para hacer frente a obligaciones tributarias y desde hace mucho tiempo es más conocida por las acusaciones de plagio que le han caído encima que por otra cosa. Cuando se han perdido dos juicios sobre este particular (uno como actora y otro como demandada) poco habría que rascar, pero me estoy desviando del asunto… otro día habrá que preguntarse por qué personas como ésta o cierta hacedora de telebasura matinal siguen teniendo predicamento entre la población cuando se las ha pillado con las manos en la masa. El caso es que, por lo visto, la escritora no ha aguantado mucho el tinglado (o lo ha hecho lo justo y necesario para la movida habitual que requiere la audiencia) y el follón se ha montado a cuenta de una concursante bañada en chocolate con comentarios morbosos del presentador (un tal Joaquín Prat, que sólo comparte el nombre con el ilustre progenitor que tan buen oficio demostrara durante muchos años) e invitaciones al resto de la fauna participante para retirar el dulce elemento de la piel de la persona dándole a la lengua. La organización Hazte oír ha montado en pocos días una campaña de presión sobre las empresas anunciantes del programa que ha obtenido unas veintitrés mil firmas y ha provocado ya la defección de Burger King. El mensaje viene a ser el siguiente: si patrocina usted programas tan denigrantes y machistas como éste, yo dejaré de consumir sus productos. No es la primera vez que se monta un follón semejante por un programa de Telecinco. La cadena, que consolidó su liderazgo gracias a la explotación de ciertas fórmulas como la “telerrealidad”, aderezándolas con dosis de morbo y polémica. Quien haya visitado a lo largo de esta década la bitácora habrá podido comprobar que ese tipo de programación me produce particular repulsión, pero por mucho que deteste y desprecie la misma no puedo negar su éxito y su rentabilidad a lo largo de los años. Desde la primera edición de Gran Hermano hasta la deriva basuril de Crónicas marcianas, pasando por las salsas, los tomates (y la bazofia magufa de la Germain) Telecinco ha quedado identificada con un tipo de programas que repele a unos y gusta a otros. Cuando llevas trece años emitiendo un reality tras otro, es lógico pensar que haya un más difícil todavía para sorprender, captar la atención y hacer que se hable de tu producto (aunque sea para ponerlo a parir). Así pues ¿debería llamar a escándalo a los patrocinadores la que se ha liado en Campamento de verano? ¿Podrían decir que no sabían dónde se metían? Después de comprobar cómo casi todos los medios se hicieron eco del despelote de Mercedes Milá en la última edición de Gran Hermano creo que no. Como en el título de otro espacio televisivo sabían a lo que venían y sabían que estos programas no suelen funcionar precisamente mal en audiencia. Rasgarse las vestiduras es una forma de evitar que les salpique excesivamente una polémica cuando ésta se escapa de las manos. Cuando se toma una decisión como la de retirar la publicidad del programa se viene a decir que veintitrés mil firmantes cabreados pesan más que un millón y medio de telespectadores silenciosos. Por lo que respecta a Telecinco, no es la primera vez que se encuentra con un problema semejante. Ya retiraron La noria (sustituto de no recuerdo qué salsa) extendiendo un debate que venía a ser un poco el mismo perro con distinto collar. Han pasado de puntillas por el asunto del fraude de la caradura escocesa, quizá porque hay que ser tonto de baba para creerse que alguien puede hablar con los muertos y porque era patente que había truco, amén del hecho de que la gira por provincias de la doña no estaba saliendo a pedir de boca. ¿Se ha convertido la cadena estrella de Mediaset en el refugio de una forma de hacer televisión? Indudablemente. ¿Está agotado ese modelo? No lo creo, aunque empieza a mostrar signos de deterioro. Polémicas como ésta funcionan como espadas de doble filo. Para terminar, creo que debe reflexionarse sobre las implicaciones que tienen campañas como ésta: ¿es la actuación de Hazte Oír una práctica de censura? ¿cubre la libertad de expresión todo tipo de prácticas? ¿la aceptación por parte de la participante elimina la carga sexista de la prueba y de los comentarios del presentador? ¿estamos ante el poder del pueblo en acción o ante la manipulación por una entidad con una carga política de signo bien conocido?
Enviado por lcapote a las 01:02 | 6 Comentarios | Enlace
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