Hoy comienzo otra serie de publicaciones, aprovechando la recuperación de la bitácora. Son hilos que he ido publicando en Twitter, Bluesky, Mastodon y Threads. El primero es el dedicado a Mayra Gómez Kemp. La noticia del fallecimiento de Mayra Gómez Kemp ha traído a mi memoria muchos recuerdos televisivos de mi infancia y mi adolescencia. Aunque el principal pueda ser el «Un, dos, tres», donde marcó una etapa y fue la presentadora que más duró, tenía una trayectoria previa. Mi recuerdo más temprano es el de «Seiscientas veinticinco líneas» un espacio dedicado a hablar sobre la programación televisiva que se emitía los domingos por la tarde, haciendo referencia a la resolución de las teles de tubo analógicas y del sistema PAL. En aquellos días a las islas Canarias solamente llegaba una cadena televisiva, TVE-1 y con muchos contenidos del centro de producción regional, así que cualquiera que saliera por la caja tonta alcanzaba rápidamente gran popularidad. Después pasaría brevemente a «Sabadabadá» un espacio matutino infantil sabatino que tuvo varios nombres y que, al trasladarse a una emisión entre semana, pasó a llamarse «Dabadabadá». Mayra Gómez Kemp fue una de sus primeras presentadoras. «Sabadabadá» empezó a emitirse a inicios de 1981. En su versión de los jueves hizo célebres a la recordada Sonia Martínez, al muñeco Paco Micro (con el ubicuo Pepe Carabias), al dibujante José Ramón Sánchez y es uno de los últimos programas del entonces omnipresente Torrebruno. Mayra no es tan recordada en este espacio como los anteriores, pero creo que es porque su siguiente trabajo como presentadora ha dejado en un segundo plano su extensa carrera: entre 1982 y 1988 presentó el «Un, dos, tres». Artista todoterreno, ya había presentado un concurso de corte culinario en 1980 junto a Andrés Pajares. Se llamaba «Ding Dong» y no cosechó buenas críticas, aunque a mí me gustaba. Cierto es que lo vi mientras pasaba el sarampión, así que la fiebre alta pudo tener relación. Sea como sea, en el programa fetiche creado -más o menos- por Narcisco Ibáñez Serrador alcanzó esa fama que tiene la gente que puede ser reconocida por su nombre de pila: siendo un ejemplo de que en España se usan los dos apellidos, Mayra era, simplemente, Mayra. En el programa demostró sus capacidades como actriz, cantante y bailarina -talentos que había desplegado en su participación en la sección de la subasta, cuando el presentador era Kiko Ledgard- y fue la conductora más longeva y aquélla con la que la audiencia se identifica. Cuando se cerró su etapa, Chicho hizo su habitual reflexión indicando en aquel 1988 que quizá el «Un, dos, tres» tenía la biología de los perros y sus dieciséis años ya eran signo de senectud. Falsa alarma, en 1991 volvía a la carga, pero con otros conductores. Como la propia Mayra dijo, habían sido necesarios dos presentadores para sustituirla. Dos profesionales de la talla de Jordi Estadella y de Míriam Díaz Aroca, pero cuya etapa no se impuso en el recuerdo a la de Mayra como la de ésta lo había hecho con la de Ledgard. Luego tengo entendido que desembarcó en las nacientes cadenas televisivas públicas de gestión privada y ahí le perdí la pista. Retrospectivamente descubrí su paso por el Trío Acuario o su participación en la versión patria de «The Rocky Horror Picture Show». Con su fallecimiento se cierra otro capítulo de la historia catódica española, uno en el que salir en la tele era casi sinónimo de estrellato. Pista extra: doña Mayra era cubana de ascendencia gomera, o eso se contó cuando participó en una gala carnavalera por estas islas, cuando estaba en el apogeo de su popularidad. Esos datos que ciertos medios de los que me habla un buen amigo utilizan para hacer patria chica.
Enviado por lcapote a las 14:42 | 0 Comentarios | Enlace
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