Título: Flash: La infame muerte de los villanos Formato: Tomo en tapa blanda de 240 páginas Autores: (G) Geoff Johns (L) Scott Kolins, Francis Manapul (T) Scott Kolins, Francis Manapul (C) Michael Atiyeh, Brian Buccellato (P) Francis Manapul Editorial: DC Comics / Planeta DeAgostini Comics Precio: 20 euros Comentario: En los últimos meses, los personajes y tebeos de DC Comics parecen estar sometidos a una zozobra constante a ambos lados del océano. Si en el centro neurálgico de la editorial se está organizando –y viva el eufemismo- un importante lavado de cara, por estos barrios se anuncia un cambio de titularidad en lo referente a la cesión de derechos que permite publicar las aventuras de Superman, Batman, Wonder Woman y compañía en España –y de paso en una parte de la América de habla hispana-. Ambos asuntos han servido para que corran ríos de tinta digital, se genere la inevitable expectación y se hagan todo tipo de vaticinios, apuestas y juramentos varios en foros, bitácoras y tabernas. Centrándonos en la cuestión del presunto-pero-no-del-todo-reconocido reseteo, no está de más echar una mirada a la colección donde se ha puesto en marcha la excusa necesaria para llevarlo a cabo, de la mano de quien parece ser uno de sus cooperadores más necesarios: Geoff Johns. Don Geoff, al que antaño llovían elogios como últimamente caen palos, es, para bien o para mal, uno de los artífices creativos de la DC actual. Su trabajo con la Sociedad de la Justicia de América (¿continuador? ¿deudor? ¿enriquecedor? del relanzamiento operado por David S. Goyer y James Robinson), su larguísima etapa contando las aventuras de Wally West / Flash (¿o más bien del Capitán Frío y su alegre pandilla de villanos?) o la recuperación de Hal Jordan como Linterna Verde y la conversión de la colección del policía estelar en una de las franquicias más boyantes de la casa deceera, son ejemplos de la labor de un caballero que ha orquestado y ejecutado una parte fundamental de los eventos redefinitorios de universo DC en el último lustro. Si echamos una mirada a las colecciones de estos cinco años, será difícil encontrar un personaje de peso que no haya pasado por sus manos, con resultados por lo general positivos, aunque algunos desafíos era bastante más peliagudos que otros. Así, si en el caso de Hal Jordan contaba con los presupuestos positivos de una afición que en su mayor parte seguía acordándose –y no para bien- de Kyle Rayner, de sus creadores y de la sucesión de cabronadas que desencadenaron sobre el osado piloto de pruebas, en el caso de la Legión de Superhéroes era tal el potaje de versiones, reseteos y remiendos varios que el resultado final no fue tan redondo. Nadie niega, en definitiva, las virtudes del escritor, pero a la vista de lo que traen los vientos del cambio, uno se pregunta si el exceso de trabajo, sumada a la necesidad de recuperar terreno en el mercado, no están jugándole a maese Johns algunas malas pasadas, siendo este tomo que recopila el primer asalto de la colección de Flash protagonizada por Barry Allen un buen ejemplo de ello. Ya comenté al hablar de Flash: Renacimiento que la recuperación de Allen era un intento de repetir la exitosa jugada realizada con Hal Jordan y un error que echaba por tierra el trabajo invertido durante veinticinco años en Wally West por guionistas como Mark Waid o el propio Geoff Johns. Barry era icono, mito, santo y mártir y su sobrino político había logrado llenar el vacío pijama rojo, por lo que traerle de vuelta suponía el riesgo de degradar a West a la condición de escudero aventajado (al estilo de Jay Garrick) o, peor aún, de hacerle volver a una identidad de comparsa (un poco al estilo de lo que últimamente sufre Dick Grayson, que ha vestido en dos ocasiones el manto del murciélago). Sin embargo, la franquicia-modelo de los anillos de colores había permitido sobrevivir a los otros portadores de la fuerza de la voluntad en la Tierra, por lo que bien podía ser el regreso de Barry el punto de partida para una jugada similar con los usuarios de la fuerza de la velocidad. La recuperación de un personaje como Max Mercury, la restauración de los poderes de Jesse Quick o la asunción por parte de la hija de Wally de la identidad de Impulso parecían apuntar en ese sentido, pero los anuncios de lo que será el universo deceero después de Flashpoint han cambiado por completo la dirección y generado no pocas incógnitas. En este tomo, Johns continúa asentando a Barry en el mundo actual, tanto en su identidad civil como en la enmascarada. El pobre Allen asume por las duras que en el tiempo que estuvo en el limbo el mundo ha girado sin él y añadido no pocos cambios, algunos de los cuales no han sido para mejor. Aquí Johns recupera gran parte de los elementos que hicieron célebre su anterior etapa al frente del velocista escarlata, indicando claramente el desfase que el Flash de la edad de plata tiene respecto de unos adversarios y unos escenarios que no conoce tan bien como su antiguo discípulo. Las cosas no son como solían ser, empezando por el trabajo en el laboratorio forense (donde se nota la influencia de las series televisivas CSI). Como no podía ser de otra forma, hay espacio para que el Capitán Frío y sus compañeros de parranda se dejen ver, reaccionando al retorno de su viejo enemigo y, desde luego, para el renacido Profesor Zoom, al que don Geoff ha elevado a la categoría de puñeta suprema de los corredores, haciendo sus habituales apaños en la continuidad. Su presencia está justificada por la tenencia de un papel fundamental en el pasado, presente y futuro de Barry y de sus aliados más cercanos, como se encargan de recordarnos en los ya habituales avances de temporada con los que finaliza el tomo. En la parte gráfica hay que quitarse la gorra ante el bonito trabajo realizado por Francis Manapul, cuyo trazo dibuja un paisaje mucho más amable y luminoso de lo que es habitual, como si quisiera remarcar la condición de Barry como héroe de una época menos oscura y más dada a los contrastes. Su trabajo es uno de los puntos a favor para echar un tiento a este tebeo que, sin embargo, no deja de reflejar cierta carencia de ideas en el guionista. Quien disfrutara de las aventuras de Wally West narradas por Johns hará lo propio con las que sufre su tío Barry, pero no podrá quitarse de encima una cierta sensación de déjà vu. A lo mejor es una jugada consciente, relacionada con el hecho de que en las ciudades gemelas todo sigue igual, pero ahora el pijama rojo lo lleva una persona distinta, con ideales y planteamientos vitales más simples. En resumidas cuentas, que tenemos una vez más una historia de Flash contada por un Geoff Johns que, pese a transitar por terrenos un poco trillados, es un buen punto para incorporarse a la colección... o tal vez no, habida cuenta de la que se avecina. Lee la reseña en Zona Negativa.
Enviado por lcapote a las 00:31 | 0 Comentarios | Enlace
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