Título: Herc: Dioses de Brooklyn Formato: Tomo en tapa blanda de la línea Héroes Marvel Autores: (G) Greg Pak, Fred Van Lente (L) Neil Edwards (T) Scott Hanna, Cory Hamscher (C) Jesus Aburtov (P) Carlo Pagulayan Editorial: Marvel Comics / Panini Comics Precio: 9,95 euros Comentario: Hércules es uno de esos personajes que, después de cuatro décadas y pico pululando por el universo marveliano, ha alcanzado la condición de “personaje de culto”, entendida la misma como popularidad insuficiente como para sostener una cabecera propia durante mucho tiempo. Una miniserie por aquí, una novela gráfica por allá, una estadía más o menos larga en los Vengadores… y vuelta a empezar. Hasta la reorganización parcial provocada por Hulk Guerra Mundial, solo Bob “Qué bien me salen los brillitos de la armadura de Iron Man” Layton y Tom “Qué bien remedo a Stan Lee” DeFalco y Ron “Qué bien remedo a Jack Kirby” Frenz habían hecho algo de provecho con el personaje (con una miniserie que dibujaría Pat Oliffe). El primero había hecho de Hércules un aventurero estelar y los segundos lo habían convertido en escudero de aquel Thor que compartía piso (y otras cosas) con Eric Masterson. Después de que la Masa convirtiera Nueva York en un socavón, el Príncipe del Poder, dirigido por Greg Pak y Fred Van Lente, ocupó la cabecera y heredó la numeración de la serie del coloso esmeralda, encadenando una entretenida sucesión de historias en las que se actualizaban las deidades y leyendas de la mitología griega. Comandando un escuadrón de dioses frente al panteón skrull en Invasión Secreta o recorriendo como fugitivo los Estados Unidos, en compañía del crecientemente cargante Amadeus Cho, Hércules seguía siendo el fortachón de cabeza loca y gran corazón de costumbre, pero los guionistas lograron llevar a cabo una actualización eficaz de la materia prima con la que estaban trabajando, sin caer en un péplum de cartón piedra y sin convertir al bueno de Herc en un “Quebien Sobo” cualquiera. La exuberancia y altas dosis de burricie habituales en el héroe tebano contrastaban con las sabihondeces del pitagorín de Cho, siendo ambos víctimas –a ratos más conscientes, a ratos no tanto- de las manipulaciones de la diosa helena de la sabiduría y la guerra. Con un Olimpo desmantelado tras la caída de Zeus, Atenea se convierte en la intrigante principal del conflicto de poderes que se desencadena en el panteón al que pertenecen ella o el propio Herc. Encuentros y desencuentros con los eventos marvelianos de turno aparte, las líneas argumentales de la colección desembocaron en un clímax en el que el protagonista acabaría encontrando la muerte (ya, si, claro) siendo debidamente homenajeado y dejando a Amadeus Cho obsesionado por un reencuentro que no tardaría en producirse y desencadenaría a su vez una historia de proporciones cataclísmicas (sobre todo porque fue dibujada por Khoi Pham). La Guerra del Caos sirvió para ver en acción a unos cuantos héroes difuntos y para traer de vuelta a Alpha Flight y a un Hércules que, como en los días finales de la etapa vengativa del guionista Bob Harras, se vio despojado de su divinidad y convertido en un mero mortal. Aquí arranca este nuevo volumen de las aventuras de un guerrero barbado que ha sido despojado de la mayor parte de su poder. Pak y Van Lente vuelven a encontrarse con el héroe griego, pero esta vez en unas circunstancias y en un escenario bien distinto. Si en las aventuras precedentes –sobre todo en la última- nos encontrábamos con epopeyas cósmico-divinas, bien sazonadas con misticismo de baratillo y un poco mal resueltas a base del reparto a gran escala de sagradas formas, ahora el relato se mueve en un ambiente urbano, más próximo a personajes como Daredevil o Spider-Man. Un trasfondo urbanita y cotidiano para quien ha perdido la capacidad para jugar en primera división (de momento, que ya sabemos cómo va esto). Hércules abraza una vez más la causa de la justicia y se convierte en protector de la ciudadanía, concentrándose en primer lugar en la defensa de una pequeña familia de inmigrantes griegos que llegó a Estados Unidos huyendo de la crisis económica. Ya no es un semidiós, pero sigue siendo un guerrero con siglos de experiencia a sus espaldas y con un arsenal de armas mitológicas que recuerdan a cualquiera de los filmes de Furia de titanes (bueno, de la clásica, que en la moderna se dedicaron a saquear los archivos de Masami Kurumada). Pese a todos estos cambios, hay espacio -¡cómo no!- para que el protagonista salude (y conceda el don de la lucha) a algunos de sus parientes olímpicos, para que Miedo encarnado se deje ver y para que algunos secundarios con aspectos vagamente mitológicos pasen a saludar. En la parte de los lápices tenemos a un caballero que responde al nombre de Neil Edwards y que francamente, cumple con corrección. El resultado es una serie entretenida que, pese al giro, puede gustar a quienes se mantuvieron fieles a su cita periódica con las aventuras de Hércules en su etapa anterior. Eso sí, no se encariñen mucho, que la cosa no cuajó en Usalandia. Lee la reseña en Zona Negativa.
Enviado por lcapote a las 15:01 | 0 Comentarios | Enlace
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